sábado, 8 de septiembre de 2007

Reflexiones de un viajero de las estrellas




En los crepúsculos uno reflexiona sobre sí mismo; en la alborada uno reflexiona sobre los demás, eso es algo consustancial con el ser humano. La introspección de noche y la extraversión de día.
El ser coherente implica ser capaz de establecer un puente entre la noche y el día, ser capaz de unir los devaneos nocturnos de la mente con las disertaciones diurnas que están basadas en lo que haré en relación con los demás, mientras en la noche es lo que seré capaz de hacer conmigo mismo.
Todo esto me llevó hace muchos años a relativizar los acontecimientos en lo que estaba implicado y lo hice apoyándome entonces en el factor tiempo y en una ley física que dice que un objeto lanzado con una fuerza determinada va perdiendo esa fuerza a medida que va ganando distancia y, de igual modo, lo que hoy es dramático, mañana lo será un poco menos y permitirá tomar decisiones más coherentes y ajustadas.
Los hombres primitivos actuaban movidos por condicionantes de supervivencia: comida, sexualidad y miedo a la muerte. El amor en esos seres se asimilaba al sentimiento maternal en la mujer y en el hombre al de la hembra más prolífica. Con el paso del tiempo, el amor y el miedo a la muerte y a la enfermedad ocuparon su horizonte.
Luego surgió el poder, el prestigio, la capacidad de mando, el disponer de vidas y haciendas (la guerra como vehículo para alcanzar poder, honor y riqueza) y así paula tinamente, el ser humano ha ido alcanzando cotas de su mente que le han llevado a construir escalas de valores absolutamente demenciales y que en muchos sentidos se parece al comportamiento de los hombres primitivos.
Pero siempre han sido minorías cualificadas las que han provocado cambios cuali-tativos en la sociedad.
La savia asciende desde la raíz hasta las ramas; es la vida que mana desde la madre tierra y que intenta que el axioma de como es arriba es abajo se cumpla y, de hecho, la estructura espacial de las raíces es muy similar a la de las ramas, como si fueran un espejo.
De lo profundo y oculto hasta lo externo, hay un puente que lo une: el tronco y así entre lo oculto (la noche) y lo externo (el día) siempre hay canales de comunicación y sostén.
El que no sepa que se mantiene en pie y se nutre de lo oculto, esta destinado a caer a poco que sople el viento de las circunstancias adversas.
Shaogen

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